Carta de un periodista de Canal 9: «Epílogo»

Los trabajadores no estamos libres de pecado. Quiero empezar por reconocer que no hemos estado a la altura de nuestra responsabilidad social. Hemos visto como se iba degradando nuestro producto, nuestra televisión, y no hemos sido capaces de evitarlo; en la mayoría de momentos importantes, ni siquiera lo hemos intentado. Pensábamos que nuestros puestos de trabajo eran eternos y sabíamos que enfrente teníamos un poder político dispuesto a todo. No queríamos problemas.

Con el PP, llegó el secuestro de la cadena, el clientelismo enfermizo y la depredación

RTVV fue el primer medio público español que tuvo Estatuto de Redacción para un mayor control profesional de sus informativos. Lo movimos entre unos pocos, pero lo conseguimos. Nos lo negó el gobierno socialista y lo firmamos con Eduardo Zaplana, que para nada pensaba cumplirlo. Nosotros sí, nosotros creíamos en él y procuramos aplicarlo. Por eso hubo unos primeros años de dura resistencia a la manipulación informativa. Salieron documentos, entrevistas, notas de prensa, informes. Yo mismo, en nombre del Comité de Redacción, comparecí en Les Corts en 1999 para denunciar ante los diputados lo que pasaba. Hablamos de censura, de banalización de los contenidos, de desinformación, de propaganda al servicio del PP. Fue cuando explicamos la consigna absurda de que a Zaplana no se le podía grabar por su perfil izquierdo. Por aquel entonces, la redacción se negó a estupideces como la del director Jesús Sánchez Carrascosa que pretendía pagarnos por la «mejor noticia del día» y, personalmente, algunos dijimos no a ofertas que buscaban descubrir dónde teníamos el precio. El pulso fue muy desigual y desembocó en despidos y depuraciones. El foco resistente se desactivó. Yo, por ejemplo, pasé de la sección de política a deportes, me dijeron que era provisional pero jamás se revirtió el cambio. Compañeros como Joaquín Genís, a quien estos días veo en manifestaciones contra el ERE, fue uno de los principales colaboradores de Carrascosa en el proceso de depuración y otros, como Pau Pérez Rico desde la dirección de Informativos, se dedicaron a amenazar a los periodistas para que no votaran en las elecciones al Comité de Redacción. El órgano acabó desapareciendo.

No descubro nada diciendo que la gestión de Amadeu Fabregat al frente de RTVV hasta 1995 fue, en general, penosa. Intentó contentar a la caverna, que tenía en María Consuelo Reina a su cancerbero, pero lo único que hizo fue acelerar la derechización de la sociedad valenciana, alejarse de los sectores sociales más progresistas y comprometidos con la cultura e imposibilitar que Canal 9 fuera el ámbito de reflexión y debate democrático que necesitaba el país. Luego, con el PP, llegó el secuestro de la cadena, el clientelismo enfermizo y la depredación. Desde el primer día aterrizaron en los despachos, y lo han seguido haciendo hasta hoy, todo tipo de comisarios al servicio del partido y sus intereses, conciencias hipotecadas que actuaban como simples correas de transmisión y que siempre miraban hacia otro lado. Recordaré algunos nombres, pidiendo de antemano disculpas a los muchos que no citaré pese a merecerlo: José Vicente Villaescusa, los mencionados Carrascosa, Genís y Pérez Rico, Vicent Andreu, Genoveva Reig, Menchu Illán, Lluís Sabater, Ricardo Calatayud, Paco Picó, Jordi Hidalgo, José Llorca, Lluís Motes, Antonio de la Viuda, Lola Johnson, Germà Arroyo, Salud Pedrós, Luis Redondo, Fernando Quintela o el miserable Vicent Sanz. Para rematar el trabajo tuvimos a Pedro García, intermediario de la Gürtel incluso para forrarse a costa del Papa, y las labores forenses las han asumido ahora, sin dar nunca la cara, José López Jaraba y Juan Prefaci. Ninguno de todos ha defendido nunca el sentido de su cargo. Su norte y su guía han sido el Partido Popular y su red de intereses. Nada más.

El País Valenciano, que es anémico en lo político, reaccionó encogiéndose de hombros.

En todo este proceso hay pocos inocentes. No se puede pasar por alto que frente a los abusos del PP y sus gobiernos, la oposición política ha adolecido de modelo alternativo. Mucho decir que la manipulación informativa de Canal 9 era la clave para entender sus derrotas, pero jamás han tenido una estrategia al respecto.

En cuanto a la ciudadanía, se desentendió de RTVV hace mucho tiempo. El País Valenciano, que es anémico en lo político, ante el sectarismo de Canal 9, reaccionó encogiéndose de hombros, despreciando y con un adiós muy buenas. Es suicida, pero poco reprochable. Nadie en la calle nos echará nunca de menos porque a quienes tenían sensibilidad suficiente para entender el valor de una televisión pública les ofendimos con nuestros contenidos y quienes aún nos ven, dicho sea con respeto, ni sienten ni padecen.

En definitiva, el ataúd de Canal 9 está a punto de quedar sellado. Del ERE y de la nueva ley de RTVV saldrá un engendro sin otro sentido que repartirse los despojos que todavía queden de lo que pudo haber sido y no fue. Cuando, con calma, se revise lo que han sido estos años se verá que la cadena fue asaltada por una banda de sinvergüenzas que solo querían ganar elecciones y dinero y que no resistió porque se quedó sin defensores. Gabriel Celaya maldecía la poesía «concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden», yo maldigo el periodismo cínico y miope que pretendió pasar por Canal 9 sin «mancharse» y que hoy se ha quedado sin profesión y sin trabajo».

Julià Àlvaro es periodista de Canal 9