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El educativo NO-DO de los informativos de Telemadrid

Si usted piensa que faltan maestros y profesores en su colegio o instituto, que no puede mandar a su hijo a la Universidad porque le han subido las tasas a unos niveles que le resultan inalcanzables o piensa que los recortes están matando a la

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Un año después de su “despedida” no olvidamos: Aguirre responsable de los 861 despidos de Telemadrid

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Hace ahora un año Esperanza Aguirre se «despedía» entre lágrimas de su cargo como presidenta de la Comunidad de Madrid. Un año después 861 trabajadores de Radio Televisión Madrid están despedidos. Y no olvidan que Esperanza Aguirre fue la culpable del derribo controlado de la empresa en la que trabajaban. La «lideresa» lidió y mató el toro de Telemadrid. Ignacio González, su heredero, fue sólo el puntillero que remató la faena con un brutal ERE.

Cuando Aguirre alcanzó la Presidencia de la Comunidad de Madrid, tras el turbio asunto del «tamayazo», decidió entrar a saco en Telemadrid. Aguirre necesitaba una televisión a su exclusivo servicio personal. Y que mejor para ello que nombrar de director general a su viejo amigo y jefe de prensa durante años Manuel Soriano, y rodearle de un equipo de fieles soldados liderado por el hasta entonces subdirector del diario conservador «La Razón», Agustín De Grado.

Telemadrid pasó de ser un canal bien considerado por los ciudadanos a que nos vieran como un burdo altavoz mediático de Aguirre. Nos convertimos en «Tele Espe» gracias a la labor de De Grado y su «redacción paralela», montada con gente de confianza traída a Telemadrid para sustituir a los redactores que se negaban a manipular y a hacer propaganda. Y junto a ellos un ejército de tertulianos y opinadores del pensamiento único neocom pagados a precio de oro (Curri Valenzuela, Isabel San Sebastián, Hermann Tertsch ), amigos y conocidos que llenaron la parrilla de Telemadrid de programas costosísimos con audiencias ínfimas ( Sáenz de Buruaga, Sánchez Dragó , José Luis Garci, Cristina Tárrega…) y emprendedores como Enrique Cerezo, que encontraron en Telemadrid un filón para sus negocios ( 200 millones en derechos para su equipo el Atlético de Madrid, más su interminable paquete de películas vendidas a Telemadrid e incluso la gestión de la publicidad de la cadena)

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«La Regenta madrileña» ( un folletón literario de Somoanos y Botellas)

«La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono, verdadero el pudor, verdadero el odio (…). Sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios».

Jorge Luis Borges , «Emma Zunz»

Se conoce como folletón la tradicional publicación por entregas que entregaban a la imprenta como complemento literario las hojas volanderas decimonónicas.

«La Regenta» fue la primera novela de Leopoldo Alas «Clarín», publicada entre 1884 y 1885 y que, en palabras de su autor, «fue escrita como artículos sueltos» que «según iba escribiendo iba mandando» al editor. Clarín, aparte de colaborar en periódicos como El Globo, La Ilustración o Madrid Cómico, fue también un afamado escritor de cuentos y relatos cortos. Un ortónimo suyo nos ha entregado esta variación de su más famosa obra, en la que su protagonista, de nombre Ana, conoce al magistral de la catedral de Vetusta, una ciudad de provincias trasunto de Oviedo. A pesar de su sobrenombre (Regenta), esta Ana no era regidora ni preboste de ningún Ayuntamiento; son otra clase de ayuntamientos los tratados en la novela. La atribución de esta pieza a aquel autor es dudosa: algunos procronismos y ciertas expresiones de meapilas relamido nos hacen dudar de la autoría del que fuera un anticlerical confeso.

LA REGENTA

Por Leopoldo Alas, «Clarín»

«La heroica ciudad dormía la siesta. El viento sur, caliente y perezoso, empujaba las nubes blanquecinas que se rasgaban al correr hacia el norte.Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo, hacía la digestión del cocido y de la olla podrida, y descansaba oyendo entre sueños el monótono y familiar zumbido de la campana de coro, que retumbaba allá en lo alto de la esbelta torre en la Santa Basílica. La torre de la Catedral, poema romántico de piedra, delicado himno de dulces líneas de belleza muda y perenne, era obra del siglo XVI, aunque antes comenzada, de estilo gótico, pero, cabe decir, moderado por un instinto de prudencia y armonía que modificaba las vulgares exageraciones de esa arquitectura. Aquel día, entrado el invierno de 1976, era una fecha muy especial para el Deán de la Catedral, Rafael Somoano.