El 11M visto desde Japón
Le explico al maestro zen que en mi lejano país los gobernantes siguen empeñados en buscar al autor intelectual de una masacre sin sentido, y me pregunta extrañado por nuestros conceptos de autoría y de intelectualidad.
Le cuento que esos mismos regidores, con la ayuda de sus consejeros y validos, elaboraron una teoría más compleja que la de las supercuerdas para atribuirle ese atentado a un grupo local, y que muy lejos de reconocer su error pasaron a endosarle a sus adversarios -en un quiebro inaudito de supuesta equidistancia- una cábala según la cual aquellos descerebrados sangrientos lo que querían mostrar con esa masacre indiscriminada era su descontento con sus dictados políticos y cambiar de paso (por medio de un acto por lo demás nihilista y carente de significación alguna) el rumbo de la historia de España.Absurdo que en el fondo esconde una variante del mismo delirio:Como Macbeth, enloquecieron sintiéndose víctimas de una elaboradísima conspiración en la que confabularon los más insospechados aliados, y perdieron al tiempo el poder y la cabeza.
Me pregunta el maestro zen en qué sanatorio o balneario están curándose esos infelices de sus problemas de discernimiento y yo le contesto que no tardaron en volver a regir nuestros destinos.
El maestro zen responde: «Si esos portentos han logrado convencer a vuestro pueblo de que, en su estado y con esas ideas extravagantes, están capacitados para asumir la difícil tarea del buen gobierno, serán capaces de haceros aplaudir con una sola mano».
José Ignacio González