Arriba y Abajo
Esta huelga nos afecta a todos los demás: y es singular que, por una vez, sindicatos mayoritarios y minoritarios, partidos de izquierda y el movimiento 15M estemos de acuerdo en algo. Esta reforma hay que pararla. La derecha ha iniciado una feroz campaña para desactivar el éxito de la huelga poniendo en su punto de mira a los sindicatos. Pero ninguna de sus invectivas aguanta un análisis, y cualquiera puede ver dónde está la verdad y dónde la mentira.
Tenemos en Madrid al consejero Percival, que tiene nombre de hechicero de Camelot, y que pretendió hacer magia con las cifras de déficit ocultando la monumental deuda del Ayuntamiento a cuenta de la M-30 y sin mencionar una «ligera» desviación de mil millones que les va a impedir cumplir tan cacareado objetivo. Aquellos que como el «caballero Percival» no paran de demandar que los sindicatos se financien con las cuotas de sus afiliados, lo primero que tendrían que aclarar es qué modelo laboral prefieren, si el nórdico, el alemán o el anglosajón. En este último, la «fórmula Rand» obliga a pagar a un sindicato representativo en la empresa (en Hollywood no trabaja nadie que no esté sindicado); en Alemania, si quieres tener acceso a los beneficios del convenio has de aportar parte de tu salario para financiar a los sindicatos de tu sector; en los países nórdicos son los sindicatos los que administran y gestionan los seguros de desempleo.
Las democracias occidentales (sobre todos las que compartían frontera con países socialistas) se esmeraron en demostrar tras la II Guerra Mundial que los trabajadores en el sistema capitalista eran más felices y estaban mejor tratados que en el paraíso de los trabajadores. La consecuencia de esta disputa fue la formación de un capitalismo «de rostro humano» y un apoyo a la sindicación. Al caerse el muro y con Reagan y Thatcher en el poder ya no hicieron falta disimulos.