«La Regenta madrileña» ( un folletón literario de Somoanos y Botellas)

Rafael Somoano Berdasco

La saga de los Somoano Berdasco se había perpetuado con once hijos: José María, Luz, Vicente, Leopoldo, Víctor, Julio, Carmina, Enriqueta, Rafael, Cristina y Máximo. De entre ellos destacó el primogénito, José María, que tuvo el honor de ser el primer sacerdote del Opus Dei, camino de santidad en la Iglesia, compartiendo el aliento genesíaco de la fundación de la Obra con San Josemaría Escrivá de Balaguer y con Francisco Botella Radúan, aquel querido Paco al que la sagrada Providencia quiso poner, durante los años aciagos de la Cruzada Española, a la derecha de nuestro Padre para que aprendiera de él el espíritu del Camino, que supo aplicar y transmitir con fidelidad ejemplar.

«José María –relataba su hermano Julio – hizo la Primera Comunión el 4 de junio de 1911. Mi madre nos contaba siempre lo contento que estaba aquel día y como la miró, cuando desfilaba por la tarde en la procesión, con su chalina y sus pantalones bombachos, sosteniendo el estandarte del Catecismo.

La familia Somoano

Pero si aquella gélida mañana en los estertores del mes noveno era única para el padre Rafael, emérito catedralicio y protonotario apostólico, conocido por su defensa a ultranza (académica, teológica y apologética) del concepto de ‘guerra justa’ , era porque le había sido concedida la divina gracia de imponer el Sagrado Sacramento del Bautismo al hijo tardío de su querido hermano Julio (que acababa de abandonar la jefatura provincial de Falange en esos tiempos convulsos en los que aún estaba reciente la ascensión a los cielos del Generalísimo), criatura a la que habían decidido nombrar homónima de su progenitor con el fin de perpetuar la sonoridad de tan rancio linaje. La familia convino en que la madrina de tan entrañable evento fuera doña Ana María Botella Serrano, nacida el año de gracia de 1954 en una capital de la que entonces no cabía imaginar que acabaría sometiéndose a sus designios.

La Obra había acercado a la pía estirpe de los Somoano con la no menos santa de los Botella: Anita, también la mayor de 13 hermanos, era sobrina del destacado miembro numerario del Opus Dei, don José Botella Llusía (de los Botella de toda la vida), a la sazón Rector de la Universidad Complutense de Madrid además de miembro del Consejo de Estado y procurador en las Cortes franquistas. La aplicación del agua consagrada y la consiguiente invocación a la Trinidad de Julito, que envuelto en su cristianar no derramó ninguna lágrima, se consumó a las doce y veintidós, siendo integrado el retoño a la comunidad de la Santa, Católica y Apostólica Madre Iglesia ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento! Al año siguiente la joven Ana, que se juró a sí misma ser una verdadera hada madrina para con su ahijado mientras le quedara un hálito de vida, pudo cumplir el que sería uno de sus mayores sueños, tras un largo y casto noviazgo como los tradicionales: contraer matrimonio con su prometido, después de cumplir con la conditio sine qua non de hacerse ambos funcionarios. Su José María logró plaza como inspector de finanzas del Estado y ella como Técnica de Administración Civil. Pero… ¿Era ese de verdad su sueño de niña? ¿Qué era ensueño y qué realidad en la vida de Ana? ¿El anhelado matrimonio, la estancia en palacio, la futura regencia, quizá aquel bautizo imaginado, pero a la vez tan vivido?».